viernes, 10 de noviembre de 2017

La frontera del psicoanálisis

"Ken Wilber", por Alex Grey (1998)


"LA FRONTERA DEL PSICOANALISIS", por Santiago Bello y Florencia Dollera

Introducción.

            La problemática propuesta para este trabajo aborda la yuxtaposición entre Religión y Psicoanálisis, es decir, qué está en el medio de ambos. Y no se debe confundir, porque generalmente, cuando uno usa tal relación sintáctica, la “y” reduce el significado, es decir, generalmente la interpretación es partir ambos campos, “se tienen uno y lo otro”, y no las dos cosas al mismo tiempo. Entonces, la pregunta inicial correcta sería ¿Hay una frontera para el psicoanálisis y la religión? O, ¿Cuál será la frontera del psicoanálisis? Hay una conexión marcada en el tema propuesto, y Ken Wilber es un autor que contribuyó ampliamente a la temática. En seguida la intuición señala que la filosofía caminará junto a nosotros para dar luz, y se corre el peligro de esquivar el centro del debate inmiscuyéndonos en una exploración sobre epistemología.
Desde el Discurso del método de Descartes, se puede afirmar que una metodología adecuada salva tales peligros, así sea la duda o la razón, aclarar qué herramienta se utilizará en todo trabajo arroja una coherencia necesaria para alcanzar una primera certeza sobre la cual construir, o toparse, con algunas sentencias afortunadas. Entonces, la propuesta es pensar desde la hermenéutica algunos lineamientos de la obra de Ken WilberLa conciencia sin fronteras[1] donde la problemática de la religión y el psicoanálisis tiene gran pertinencia.
Aclarado el tema y el método, falta encontrar nuestra primera certeza que contextualice el debate en una honestidad de nuestro enfoque, tal auxilio es de Edgar Morin:

“(…) existen algunos núcleos de certeza, pero son muy reducidos. Navegamos en un océano de incertidumbres en el que hay algunos archipiélagos de certezas, no viceversa.”[2]

Sin dudas hay gran variedad de clasificaciones. Aquella sentencia es un Perogrullo, pero si de algún punto de partida se puede plantear la propuesta de este trabajo, es a partir de señalar la existencia de infinidad de categorías que el humano conquistó. Y esa condición, aseverar que “clasificar es conquistar” sí ya ofrece cierto éxito; una atribución un poco más ambiciosa que la obviedad inicial. Así es necesario un repaso: que un atributo determine la condición de cierto objeto y lo separe del entorno,  para excluirlo del conjunto de otros objetos, a eso llamamos definir la pertenencia a una categoría. Y si son más amplias podrán ser campos de estudio científicos, podrán ser  matemáticas, sociales, naturales, jurídicas; podrán ser menos y hablar de civilizaciones antiguas, Etnias, estados independientes contemporáneos;  colores, notas, olores; o la infinidad de sensaciones que nutren a los ojos cuando una hoja cae de un árbol que son distintas a las sensaciones que abrigan cuando el árbol luce firme.
            Entonces, ¿qué impulso, qué deseo o característica tienen en común la infinidad de categorías que el ser humano conquistó? Acá ya empieza a delinearse el sentido de este trabajo, porque al hablar de Religión y Psicoanálisis también, o mejor dicho, siempre se habla de explorar sobre la relación del ser con la realidad: porque si de algo hablamos cuando adjudicamos un nombre a cualquier objeto, es de que aquello tiene una existencia, o mejor dicho, una coexistencia con la realidad, y está inmerso en ella. La intención no es iniciar un debate filosófico, pero se debe admitir que, como se advirtió, constantemente merodearemos junto a tal dilema. Para salvaguardar el resto de este escrito, y ayudar a la claridad, en el desarrollo nos abocaremos a citar fragmentos de la obra propuesta y analizarla desde nuestro enfoque carácter hermenéutico. Pero siempre notando que la intención del siguiente trabajo es meramente una exploración de distintos enfoques que puedan ayudar a interpretar la problemática que trabaja Wilber. Y en tal espíritu será la conclusión al respecto.



Desarrollo.

Durante su obra hay una marcada intención en Wilber: reintegrar dualidades.  Su afán se basa en la cosmovisión holista, una noción de totalidad, en la que se evidencia la relación de la parte y el entorno como una coexistencia más sublime, o suprema, un todo integrado y complejo, símil a las olas del mar, que  tras romper no hacen más que develar su naturaleza universal con el agua. La primera labor entonces, es develar cuándo comienzan las fronteras, las demarcaciones de la conciencia, así esquematiza:

“Cuando uno responde a la pregunta ¿quién soy?, sucede algo muy simple. (…) lo que en realidad está haciendo, a sabiendas o no, es trazar una línea o límite mental que atraviesa en su totalidad el campo de la experiencia, y a todo lo que queda dentro de ese límite lo percibe como “yo mismo” o lo llama así, mientras que siente que todo lo que está por fuera del límite queda excluido”

            Hay un trabajo transversal de diversas disciplinas, la primera pregunta existencial en seguida vira a una situación fenomenológica, inmiscuyendo a la psicología en un área de consciencia sobre la realidad física. Es decir, hay un notable éxito en el párrafo, se aborda la pregunta ¿cuándo se origina el dilema del límite? pero desde un lado en el que la incumbencia es tanto religiosa como psicológica; hablar de origen es hablar del mito, pero antes de continuar con esta cuestión, todavía se debe desarrollar a qué denomina conciencia Wilber y qué implican estas fronteras:

“lo más llamativo de esta línea de la conciencia es que puede desplazarse, y con frecuencia se desplaza (…) La escisión mente-cuerpo y el consiguiente dualismo es un punto de vista fundamental de la civilización occidental.”

También aborda su discurso desde la psicología, pero ahora el autor confunde la funcionalidad sintética del idioma con la cosmovisión occidental, es que, en parte tiene razón, hay esferas de propensión y dominio basadas en esta dicotomía, el debate mente-cuerpo se encuentra en el centro de la escena de la psicología hace varias décadas, pero la generalización es reduccionista. Nietzsche (1886), como filólogo clásico, ya nos había advertido del dualismo sobre el que se construye el edificio del idealismo alemán y la justificación del orden burgués, en su libro Más allá del bien y del mal, también dice sobre el fanatismo moral y su adoctrinamiento que mina el libre pensamiento humano durante la sucesión de épocas y épocas, sentenciando la proximidad entre religión y psicología:

 “Esto nos proporciona asimismo una indicación para explicar la paradoja de por qué precisamente en el período más cristiano de Europa, y, en general, sólo bajo la presión de juicios de valor cristianos, el instinto sexual sea sublimado hasta convertirse en amor-pasión.”

Entonces, se acepta la denuncia, pero ¿ayuda al constructo? Como se mencionó desde su enfoque holista, Wilber insertará partes cada vez más amplias del sistema hasta aproximarse, del modo más efectivo, a la totalidad: en toda parte del entorno, hay totalidad y puede referírsele. Y continúa su desarrollo:

“Todas las corrientes intentan efectuar cambios en la conciencia de una persona. Pero ahí se acaba la similitud (…) El problema es muy real, tanto para el profano interesado como para el terapeuta profesional. Tantísimas escuelas diferentes, todas en conflicto y todas procurando entender a la misma persona. No representan maneras contradictorias sino modos de enfoques complementarios sobre el individuo. (…) Si ampliamos un poco más el psicoanálisis y la mayoría de las formas de terapia convencional buscan remediar la radical escisión de la psique, intenta ayudar al individuo que está viviendo como persona para que vuelva a cartografiar su alma como ego. Luego están las terapias humanísticas (así sea la Jungeana, las Existencialista e incluso las transpersonales) que intentan reunir el psique y el soma, para revelar el organismo total. Finalmente se encuentran las disciplinas como el budismo zen o el hinduismo vedante, es cursar la escisión total entre organismo y medio, son procesos supra individuales.”

Este lineamiento, si se permite la analogía metapsicológica, equivale a plantear la existencia de un aparato psíquico global, universal, en el que la totalidad implica una instancia supra-conciente, es decir, si la punta del iceberg es la conciencia, y el resto del cuerpo del témpano el inconciente, pues la totalidad del agua más el bloque de hielo, juntos conforman el supra-conciente.  Dicho de un modo más sintético, el yo equivaldría a la noción plena de la realidad, y sería uno con la realidad. Ahora bien, Horstein (2003) en pleno dilema da luz sobre esto:

“la problemática reside en confundir objeto real con objeto fantaseado. Vivir hablando de uno mismo sin aceptar lo distinto. No está en juego la propia estructura yoica sino la alteridad. Por esto la problemática del narcisismo pide una pregunta: ¿Qué pasa si salimos de una concepción solipsista y pensamos que el sujeto del psicoanálisis no es el sujeto del inconsciente? Es un sujeto con varias instancias: ello, superyó, yo y realidad. Un sujeto complejo. Se suele repetir hasta el hartazgo que el objeto del psicoanálisis es el inconciente reprimido, ¿y qué dice Freud? “nuestra ciencia tiene por objeto el aparato mismo” [3]

Y este aparato contiene las cuatro instancias mencionadas. Y así, insto a resaltar la cuarta: la realidad. Recordar esta cuestión involucra que todo analista, o mejor dicho, todo psicólogo debe siempre aunar al ser, al consultante, o paciente, con su cotidianidad, y en aquello siempre refiere a no aislar al aparato de su entorno, de la intersubjetividad, y la preponderancia del otro colabora como figura también fundante de la estructura psíquica de cada individuo, por eso la loable frase “Toda psicología es a la vez psicología social” que Sigmund Freud utiliza para iniciar su discurso en  Psicología de las masas y análisis del yo.
La analogía planteada, debe aceptarse, es un poco ridícula, y escapa de la intención de Wilber, quien su objetivo es otro. Pero colabora con un principio: revindicar las atribuciones que el psicoanálisis se arroja sobre la realidad. No hay hechos, sólo interpretaciones. Desde la coherencia y elaboración conceptual bien delimitada, desde su experiencia y ejercicio clínico, sí puede el psicoanálisis exceder la frontera que Wilber le adjudica. Pero, ¿cómo puede hacerlo? El poder del símbolo es la respuesta inmediata. El motor con el que bien aconseja Lacan conducirse sobre los órdenes de lo simbólico, lo imaginario y lo real.
            El símbolo se distingue esencialmente del signo en que este es una convención arbitraria que deja el significante y el significado (objeto o sujeto) ajenos uno a otro, es decir, que el símbolo presupone homogeneidad del significante y del significado en el sentido de un dinamismo organizador.

Es entonces bastante más que un simple signo: lleva más allá de la significación, necesita de la interpretación y ésta de una cierta predisposición. Está cargado de afectividad y dinamismo. (…) Juega con estructuras mentales. (…) moviliza la totalidad del psiquismo.” (…) Para marcar asu doble aspecto representativo y eficaz, lo calificaríamos de buena gana de “eidolon-motor[4]

Con el signo permanecemos sobre un camino continuo y firme: El símbolo supone una ruptura del plano, una discontinuidad, un pasaje a otro orden.
Volviendo a Wilber, debe aclararse cuál es la frontera real que le adjudica al psicoanálisis el autor:

            “según parece, nuestro problema, es que trazamos un mapa convencional, completo y con fronteras, del territorio real de la naturaleza, que no tiene fronteras, y después confundimos totalmente ambas cosas. Como han señalado Krzybski y lo semánticos, nuestras palabras, símbolos, signos, pensamientos e ideas son meros mapas de la realidad, no la realidad misma, porque “el mapa no es el territorio”.

Similar es, según García Morente, la crítica que hace Aristóteles sobre el sistema Platónico “Este error que Platón revela (…) Consiste en confundir las condiciones formales del pensamiento con las condiciones reales del ser” En su afán por la multiplicidad de ideas condena el posible ordenamiento de la realidad en un infinito absurdo, olvidando, al final de todo, la esencia del ser.

Y desarrolla:

“Cuenta el génesis que una de las primeras tareas confiadas por Dios a Adán fue dar nombres a las plantas y los animales que existían en la naturaleza. (…) Dicho de otra manera, a Adán le encargaron que separase la complejidad de las formas y procesos de la naturaleza, y que les asignara nombres. Pero la verdadera tarea de Adán no consistió tanto en inventar nombres para los animales y las plantas, por más trabajoso que esto fuera. La parte más importante de su tarea era más bien el proceso de selección como tal, pues tenía que aprender a trazar mentalmente una demarcación entre los diversos animales. Fue el primer gran cartógrafo, dibujaba fronteras.”

“Si poner nombres había parecido magia, contar pareció divino porque así como los nombres podían representar mágicamente cosas, los números podían trascenderlas. “Por la vía del número abstracto, el hombre consiguió liberar su mente de las cosas concretas (…) de esta manera con los números el hombre construyó un nuevo tipo  de demarcación, más abstracta y generalizada: una metademarcación.” Pero la carrera por la apropiación de mayor potencial tecnológico, y así de poder tanto político como económico, no culmina ahí, sino que las grandes mentes del acontecer humano fraguaron una nueva metademarcación, “una meta-metademarcación” e inventaron el álgebra “x”, “y” y “z”: una variable puede representar cualquier número.”
           
Cada avance, cada conquista del pensamiento parece alejarnos de la unción con la naturaleza, parece, como asevera Wilber, trazar nuevas fronteras. Con este razonamiento encontramos la nueva doctrina, la ecuación: “Todo pensamiento es reducción” Y acá empieza el embrollo, pues Wilber no será el único en desenmascarar tal paradoja, también lo hace Kafka de quien Barthes dice

“Si Freud nos reveló los mapas de la mente, Kafka nos enseñó que no sirven para nada” 

E incluso, lo hace Camus en el Mito de Sísifo, donde clama la importancia del absurdo y la obsolescencia de la esperanza.  Ahora, cómo salir del embrollo, de nuevo, con el poder del símbolo. Con el vínculo y el amor.
Entonces, ¿Cómo salir del laberinto?
No importa el símbolo sino su acción como llave para la mente: el mito de Teseo y el minotauro nos regala una imagen poética trascendente.


"Green Tea", por Leonor Carrington

Conclusión.

Recopilando lo dicho sobre la experiencia necesaria para una buena clínica, y esbozar constructos coherentes, es que planteamos que de existir un límite, una frontera del psicoanálisis, la misma procederá de la ética, y en tal, preferimos dejar para la conclusión las palabras de Erich Fromm sobre este asunto en su libro “Etica y psicoanálisis

“El inconsciente y el mito llegaron a ser nuevas fuentes de revelación supuestamente superiores al pensamiento racional, precisamente debido a su origen irracional.  La fuerza de las religiones monoteístas de occidente, tanto como la de las grandes religiones de la India y China, radica en su preocupación por la verdad y en su pretensión de que su fe era la verdadera fe.   El fracaso del racionalismo del siglo XVIII y XIX no se debió a su creencia en la razón sino a la estrechez de sus conceptos. La psicología no puede divorciarse de la filosofía y de la ética, ni de la sociología y la economía(…)

“Los juicios de valor que elaboramos determinan nuestras acciones y sobre su validez descansa nuestra salud mental y nuestra felicidad.”

Bibliografía:

 i.      Camus (2006). El mito de Sísifo. Losada: Buenos Aires.
ii.      García Morente (1977) Lecciones preliminares de filosofía. Losada: Buenos Aires.
 iii.      Horstein (2003) Intersubjetividad y clínica. Paidos: Buenos Aires
 iv.      Freud S.(1983) Psicología de las masas y análisis del yo. Amorrortu: Buenos Aires.
 v.      Freud S. (1983) El malestar de la cultura. Amorrortu: Buenos Aires.
vi.      Fromm, E. (1963) Ética y psicoanálisis. Fondo de cultura Económica: México.
vii.      Morin, E. (1990) Introducción al pensamiento complejo. Ed. Gedisa.
viii.      Nietzsche F. (1983).Más allá del bien y del mal. Orbis: Buenos Aires.
 ix.      Nietzsche F. (2011) Ecce homo. Longseller: Buenos Aires.
x.      Wilber, K.(1985) La consciencia sin fronteras.Kairos:Barcelona



[1]Wilber, K. (1985) La conciencia sin fronteras. Kairos: Barcelona.
[2]Morin, E. (1990) Introducción al pensamiento complejo. Ed. Gedisa
[3]Horstein (2003) Intersubjetividad y clínica. Paidos: Buenos Aires.
[4]Chevalier (1995) Diccionario de Símbolos. Aike: Madrid.



Santiago Bello es estudiante de psicología (Universidad del Salvador), apasionado del arte y un novicio escritor. Este 2017 publicó su primera obra de ficción: "El Cemento que Respiro", editado por De Los Cuatro Vientos. Contacto: santinoib5@gmail.com 
Florencia Dollera, joven estudiante de psicología (Universidad del Salvador) que con una afinidad polifacética se involucra en distintas actividades tanto deportivas como artísticas. 
Contacto: florenciadollera@gmail.com

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