sábado, 27 de mayo de 2017

La religión, según Rust Cohle

Pintura: "Rust Cohle", por P1xer

"Si lo único que hace que una persona sea decente es la esperanza de una recompensa divina, entonces, hermano, esa persona es un pedazo de mierda, y me gustaría que salieran a luz cuantas más de ellas mejor. ¿Tienes que juntarte con otros y contarte historias que violan cada ley del universo sólo para poder superar el maldito día? ¿Qué dice eso de tu realidad?"
- Rust Cohle, True Detective


- Fragmento extraído de la serie de TV "True Detective" (2014), creada por Nic Pizzolatto, y con la participación de Matthew McConaughey y Woody Harrelson -

sábado, 20 de mayo de 2017

Representación de la dualidad en un mito mapuche

"Neyen Manke". Pintura al óleo de la artista mapuche Paz Treuquil (www.paztreuquil.com)


Representación de la dualidad en un mito mapuche, por Juan Manuel Otero Barrigón*

Como expresa el antropólogo Juan M. Ossio en su texto "Cosmologías", el dualismo es uno de los principios de clasificación esenciales para organizar la experiencia de lo sagrado, en tanto representa el afán por recuperar la original unidad perdida a partir de opuestos concebidos como aspectos complementarios de una única realidad.

En sus conversaciones con Bill Moyers, Joseph Campbell explica que todas las cosas en el campo del tiempo son pares de opuestos. Y si bien existe aquel plano de la conciencia donde podemos identificarnos con aquella singularidad que trasciende toda dualidad, nuestras mitologías están basadas en la idea de la dualidad: bueno/malo, día/noche, cielo/infierno. Eso explica, entre otras cosas, que las religiones, al menos en su dimensión exotérica, tiendan a poner el acento en su aspecto ético.

Este dualismo es característica es estructural de los sistemas religiosos y mitológicos, y por ende se expresa en los relatos y las elaboraciones de los distintos pueblos que configuran el paisaje humano, de norte a sur, de este a oeste.

En América del Sur, uno de los principales grupos indígenas que todavía habitan distintas regiones de la Patagonia es el pueblo mapuche, etimológicamente, la "gente de la Tierra". Su denominación refleja un principio clave: existe una fuerte relación de reciprocidad entre el ser mapuche y la tierra. Este pueblo, originario de Chile y con amplia difusión también en la Patagonia argentina, posee una rica cosmovisión, reflejada en una variopinta región celeste denominada Wenu Mapu ("tierra de arriba") en cuyo centro se encuentra un personaje mítico llamado Ngenemapun, "dueño de la tierra" o también Ngenechen, "dueño de los hombres". Esta suerte de rey llevó al pueblo mapuche al lugar que hoy habita y vela eternamente por su bienestar. Su morada está en un lugar inespecífico de las regiones superiores del cielo. A través de los Ngen, espíritus de la naturaleza, y junto con Antú, el Sol, la tierra entrega constantemente la vida al pueblo mapuche.

Los espíritus de los antepasados de un linaje determinado se personifican, a su vez, en el Pillán, espíritus que viven detrás de las montañas, en el oriente también llamado puel mapu. Se los considera aquel ser sobrenatural más cercano al hombre y a sus necesidades, por lo que su invocación está en el primer peldaño de ascenso hacia el mundo de lo sagrado. La influencia del cristianismo distorsionaría, vía la invasión del hombre blanco, la imagen que los mismos mapuches tenían del Pillán, quien debido a que reside en la región de los volcanes y se hace representar a través de fenómenos naturales tales como los rayos, truenos o erupciones, pasó a adquirir, con el tiempo, cierto carácter demoníaco.

Dentro de este pintoresco y complejo universo mitológico/religioso, uno de los relatos más célebres y bellos quizás sea el de Antú y Kuyén, el Sol y la Luna. Antú, el Sol, es uno de los principales espíritus Pillán. El corazón de la historia, adaptado resumidamente aquí a partir de las narraciones difundidas por el escritor Marcelino Castro García, nos revela que Antú y Kuyén estaban enamorados, y Ngenechén, observando las posibilidades de esta pareja, decidió casarlos. Al mismo tiempo, les encomendó que le ayudaran en su tarea de gobernar la tierra, por lo que Kuyén, de carácter suave, fue puesta al servicio de las necesidades de mujeres y niños, mientras que Antú se ocuparía de los hombres. Con el paso del tiempo, Kuyén comenzó a reclamar a Antú por su falta de atención para con sus cuidados en la tierra, dado que cuando se ponía nervioso, se enojaba calentando con tanta fuerza que los ríos se secaban y morían las plantas, los animales, y hasta los mismos hombres. El enojo entre ambos fue tal, que Kuyén decidió salir a cumplir con su tarea sólo cuando Antú se acostaba a dormir. Pese a ello, ella siguió cuidando de los mapuches con sus tenues rayos para alumbrarlos en la noche oscura. Así, noche tras noche, hasta que la aurora anunciaba la llegada de Antú y ella entonces se escondía. Sin embargo, pese al enojo entre ambos, Kuyén sentía nostalgia por la compañía de su esposo y anhelaba la reconociliación. No obstante, el orgullo de Antú le impedía acercarse a su esposa y pedirle perdón. Así pasaron siglos, alternándose uno y otro en sus tareas día y noche. Un día, cuando los rayos de Antú comenzaron a calentar la tierra haciendo abrirse a las flores, fijó su mirada en una doncella pehuenche de gran hermosura, a quien decidió raptar para convertirla en su compañera. La bautizó Collipal (astro dorado), siendo conocida por el hombre blanco como "Lucero". Desde entonces, pueden verse juntos a Antú y Collipal al amanecer y atardecer de los días despejados. Las lagrimas de Kuyén fruto de la tristeza por la decisión de su esposo, se derramaron sobre la tierra y formaron los lagos y ríos que hoy embellecen parte de la geografía del sur patagónico.

En su libro "Cuentan los mapuches", Cesar Fernández rescata otro relato mítico arcaico recopilado originalmente por Ricardo Lehmann-Nitsche en el año 1919. En este caso, la historia nos cuenta que en tiempos primordiales la tierra estaba cubierta por agua y que tanto los indios como los animales característicos del lugar (guanacos, avestruces, etc) se refugiaban en las montañas para no morir de hambre, ya que llovía de manera constante. Con el fin de poder pasar de un cerro a otro para buscar leña y no morir ahogados en las lagunas que habían formado las lluvias, los indios pidieron al Sol que les alumbrara el camino durante la noche. Este, a su vez, delegó la tarea en su mujer la Luna, para que desde los cielos iluminara a los indios de la Tierra. La Luna se puso en camino durante la lluvia llevando el fuego en sus manos , el cual, al enfriarse en el camino, explica porque la Luna alumbra con luz fría que no tiene calor. Finalmente, cuando las aguas bajaron, los indios pudieron ir a vivir a los campos donde hay pastizales, junto con el resto de los animales.

Como podemos observar, en estos dos mitos se destaca cierta cualidad dualística en el vínculo entre el Sol y la Luna, característico de la cosmovisión mapuche. Por un lado, el conflicto, la enemistad y la separación entre ambos personajes cósmicos; por el otro, la cooperación, la distribución de responsabilidades y la cercanía entre los dos. Esta cualidad dual también se expresa en la relación que estas dos figuras mantienen con los hombres y con los seres que habitan la tierra, ya que en tanto el Sol luce comúnmente indiferente y ciertamente despreocupado de las necesidades de los hombres, la Luna, claramente benefactora, los protege contra todos los desastres, además de alejar también a los malos espíritus, siendo este otro de sus dones. Esta última, además, al tener una base terrestre, sirve de intermediario conciliatorio para la realización de la eterna individualidad representada por el Sol. Es capaz de crear mediante el sentimiento un puente entre lo terrestre y lo celeste.

Esta dualidad que hemos reflejado en dos versiones del mito de Antú y Kuyén es esencial en la cosmovisión mapuche, para la cual todo se nos presenta de a pares, y es a partir de esta condición dual como los mapuches construyen su vida en armonía e integridad con la Tierra que habitan y de la cual forman parte. En la visión mapuche, el hombre no está sobre la tierra, el hombre es parte de ella y la Che, “gente”, la concibe como un elemento que compone su ser.

Las divinidades indígenas sudamericanas, tanto andinas como amazónicas, se distinguen por presentar una ambivalencia con relación a los mortales. Pueden ejercer tanto el bien como el mal, ser salvadoras como castigadoras de los hombres, fuente de dicha o fuente de desgracia. Esta ambivalencia forma parte del orden natural cósmico universal. Este concepto dista mucho de la idea cristiana, que concibe a la divinidad como infinitamente bondadosa, incapaz de realizar algún mal. Por el contrario, para cosmovisiones como la mapuche, la vida se objetiva siempre en bipolaridades, inevitables y naturales: salud-enfermedad; alegría-tristeza; debilidad-fuerza, etc.

La perfección y la armonía cósmicas se basan en la complementariedad de dos polos opuestos. Uno de los significados básicos de los mitos primordiales es el surgimiento inicial de la pluralidad y la diferenciación, que reemplazando a la indiferenciación y la unidad originarias, configuran un universo donde la síntesis de los contrarios no implica fusión, sino yuxtaposición dinámica. De esta manera, el encuentro de dos fuerzas opuestas es una condición necesaria para lograr un equilibrio cósmico dualista. Es la diferenciación necesaria que crea las posibilidades de retorno posterior a la integridad, tanto a través de los ritos como en sentido psicológico (Jung). La rica mitología mapuche es un bello ejemplo de esto.

Una hermosa canción de la artista mapuche argentina Carina Carriqueo, titulada "Canción de amor entre el Sol y la Luna", y cantada en idioma originario mapudungun, puede disfrutarse aquí: 


* escrito originalmente para la sección MythBlast de la Joseph Campbell Foundation

Bibliografía:

- “Diccionario Indígena Argentino”, Jorge Fernández Chiti, 1997
- “El poder del mito”, Conversaciones entre Joseph Campbell y Bill Moyers
- “Cosmologías”, Juan M. Ossio, 1998
- “Cuco.com.ar" Diccionario de mitos y leyendas
- “Historias y leyendas patagónicas”, Marcelino Castro García
- “Antología de cuentos mapuches”, editado por Cesar Fernández

sábado, 13 de mayo de 2017

La Piel del Lobo (por Ana Silvia Karacic)

"Wotan's Wolf", por ksheridan


La Piel del Lobo



Y aunque cazan en grupo, teme
al que caza solo...” (ASK)


Avanzamos lentamente a causa de la escabrosidad del terreno y el viento helado que nos llega de frente. ¡Llevamos tanto tiempo vagando por estas montañas, sobre el lomo de nuestros caballos tras el paso que nos lleve a tierras más cálidas!.

Estoy en medio de mis guerreros, intentando sostenerlos y alentándolos a seguir sin que se derrumben, a pesar de que el cansancio se refleja en sus rostros curtidos y marcados por la fuerza de las armas.

Lo vi a lo lejos. Solo. Mis hombres lo señalaron con alegría, e imagino que habrán pensado que era uno más para compartir este camino doloroso. Era el primer ser humano que veíamos en muchas lunas. Por la forma en que se irguió y tomó la espada, supe que era un guerrero. Le vi entornar los ojos a la manera del felino que elige a su presa y una sensación de rigidez interna, un frío extraño me recorrió la espina.

Era un eslavo. Zarek..., según dijo, era su nombre. Incorporar un eslavo a un grupo de germanos y dacios no era nada extraño en estos días. Pero... no era como nosotros... un algo ajeno a lo que conocíamos se movía en él.

Aunque me mantuve en medio del grupo en ese momento, nos miró a todos sin detenerse en ninguno, y al llegar a mí, me clavó su mirada gris. Me había identificado como el jefe.

En situaciones como la nuestra lo necesitábamos, éramos pocos, pero el destino en el que creemos los germanos me dijo que ese hombre se llevaría mi vida en poco tiempo. Lo vi en sus ojos... lo sentí en las profundidades de mi ser guerrero; y por los cientos de cicatrices que llevo en mi cuerpo y en mi alma, juro que era distinto a los demás. Me pregunto que me impidió matarlo en ese mismo instante, pero no tengo respuestas. Una fuerza ciega me guiaba.

Le pregunté si quería unírsenos y asintió con un gesto seco, pero no envainó la espada... sólo se acomodó las pieles de lobo que usaba a manera de capa. Y otra vez... el mismo sentimiento.

Aunque mis guerreros no lo pensaron, me pregunté qué clase de hombre podía sobrevivir solo en el invierno atroz de los Balcanes. El aullido hambriento de los lobos no cesaba, pero no parecía alterarlo como a nosotros. Por sus movimientos, y lo que presagiaba su silencio, casi diría que era uno de ellos.

Y así seguimos, a paso lento y comiendo lo poco que podíamos cazar. Hasta los animales se escondían a causa del frío. De vez en cuando vigilaba a Zarek, tratando de descubrir algo que me diera el motivo que necesitaba para alejarlo del grupo. Y ¿por qué no? Para exorcizar mi propio temor de un modo sencillo.

La memoria tiene sus recovecos, y en uno de ellos se escondía la imagen de Wotan acompañado de sus lobos. El eslavo me lo recordó, me llevó a mi propio universo de creencias. Y vi por un instante lo que fui en un pasado que no quería encontrar nuevamente. ¿Por esa razón me internaba en tierras inhóspitas? ¿Para escapar de lo que hice, de lo que no quiero volver a ser?

Levanté la vista y lo miré, me estaba observando con una sonrisa en los labios, como si supiera lo que estaba pensando. Todo va y vuelve, dijo. Me congelé. Hasta entonces no lo había mirado cuidadosamente pero esa frase tenía un sentido para mí, y él lo sabía. ¿De dónde me conocía?.

-¿Nunca has sentido que un hombre es todos los hombres?, fue la pregunta que siguió al comentario anterior. Volví a mirarlo, y mientras sonreía me pareció ver la mutación de sus facciones en miles de rostros, vistos alguna vez quién sabe cuándo y dónde. Aunque de algo estaba seguro, los conocí en un tiempo.

-¿Qué buscas? ¿Cuál es el fin de tu camino?, y con temor pregunté: ¿Quién eres Zarek?.

-¿Un germano que no sabe de consecuencias?. Pregúntale a tu Wyrd, a tu destino si no te has dado cuenta de quién soy, todavía. - Fue entonces cuando pasaron por mis ojos todas las matanzas, en luchas por derecho o sin él. Me vi envuelto en mi piel de lobo entre miles de rostros, miradas espantadas, ruegos, gritos desesperados que no quise escuchar. Vi mi espada ensangrentada sobre cuerpos sin edad.

Comprendí de una sola vez que todo deja su huella en nosotros, cada palabra, cada mirada, y sobre todas las cosas, cada dolor y muerte provocada. Cada abandono...

Zarek era mi destino, por eso no me resistí a aceptarlo en el grupo, a pesar de todo. Miré a mis hombres, sorprendido porque sus formas se hicieron borrosas y fueron desapareciendo ante mis ojos, una a una; y en un borbotón de horror entendí que estaban muertos, que había viajado con los fantasmas de los seres que yo mismo había asesinado, germanos, dacios...y eslavos.

Cuando Zarek se acercó a mí, con la espada en alto, bajé la cabeza y le ofrecí el cuello, antes levanté la mirada para ver por última vez sus ojos grises.

Pero en lugar del suyo, vi mi propio rostro... que se desvanecía.

ASK, Septiembre 2007


Ana Silvia Karacic es orientalista, pintora y escritora. Especialista en mitología y religiones, ejerce como profesora titular, entre otras, de la Cátedra de Religiones Comparadas en la Universidad del Salvador. Ha publicado los libros: "El pueblo de la Bruma. El ciclo mitológico irlandés" y "Las religiones de Japón", ambos textos de tenor académico

sábado, 6 de mayo de 2017

Alma, Espíritu, Voluntad, Arquetipo


Alma y Espíritu constituyen lo que Jung -entendiendo ambos términos de manera psicológica- denominaba Arquetipo y Platón -describiéndolos de manera filosófica- denominaba Idea (ἰδέα, εἶδος).

Desde el punto de vista filosófico, debemos decir además que Alma y Espíritu -y por lo tanto también el Arquetipo de Jung y la Idea de Platón- son lo que hace que el ente sea el ente, es decir, son el Ser -término caro a Heidegger-.

ARQUETIPO = ALMA + ESPÍRITU = SER

IDEA = ALMA + ESPÍRITU = SER

Sin embargo, en nuestro mundo moderno la Idea platónica ya no es reconocida como una realidad efectiva, de la misma manera que Alma y Espíritu no son ya reconocidos como el motor del ente, sino que en su lugar

"el ser del ente aparece para la metafísica moderna como voluntad. (...) Nietzsche (...) define el ser originario del ente como voluntad de poder."
(Martin Heidegger, ¿Qué es pensar?)

Por esta razón Alma y Espíritu, en sus definiciones tradicionales, son términos que han desaparecido de nuestro mundo moderno -al menos en la medida en que es moderno-, porque nuestro mundo moderno entiende el ser del ente no ya como Alma y/o Espíritu sino como voluntad, que entendida en su acepción débil y más común es una voluntad anclada en el yo, en la consciencia. En su acepción fuerte, sin embargo, esta voluntad es todavía el equivalente al Alma y el Espíritu, es todavía el ser del ente, y es esta acepción fuerte de la palabra voluntad la que encontramos por ejemplo en Schopenhauer y en la voluntad de poder de Nietzsche (si leemos a fondo su obra), pero no es esta acepción fuerte la que ha prevalecido en nuestro mundo moderno, un mundo en el que la consciencia ha asumido -de forma injustificada y metafísica- el papel de creadora del mundo (junto con el azar). La época moderna es la época del predominio del yo y de la consciencia ¿pero cuándo ha predominado el yo y la consciencia sobre el no-yo y lo inconsciente? El concepto junguiano de arquetipo, no obstante alumbrado en nuestro mundo moderno, nos habla precisamente de la prevalencia de lo inconsciente sobre la consciencia, y es el único lugar posible para encontrar el Alma y el Espíritu dentro de nuestro mundo moderno.


Pero el asunto es más complicado todavía. Si en este plano filosófico-psicológico (junguiano) del Alma y del Espíritu queremos mantener la distinción psicológica ánima-ánimus, entonces nos veremos obligados a decir que Alma (ánima) es imagen, y que Espíritu (ánimus) es pensamiento. Ha de señalarse también que Jung utiliza la palabra "idea" no como idea platónica sino como el sentido de la imagen, "sentido que ha sido separado, abstraído, del concretismo de la imagen" (C. G. Jung, Tipos psicológicos, OC vol. 6), y eso es justamente lo que Giegerich denomina "pensamiento", el Espíritu. Por una parte tenemos la imagen o forma representativa, que pertenece al Alma, y por otra parte tenemos el pensamiento y su lógica, que pertenecen al Espíritu. Así que reconocemos ya las siguientes equivalencias y oposiciones:

ALMA ----- ÁNIMA ----- IMAGEN ----- (REPRESENTACIÓN)

ESPÍRITU ----- ÁNIMUS ----- IDEA JUNGUIANA ----- PENSAMIENTO ----- (LÓGICA)

La voluntad, tanto en su aspecto fuerte como en su aspecto débil, caen del lado del Espíritu, en la medida en que su definición implica la carencia de imagen. Si nos referimos a la voluntad en su acepción fuerte, por ejemplo como la define Schopenhauer, entonces reconoceremos que "aquello que Kant denomina en su filosofía la cosa en sí (...) no es sino la Voluntad. (...) Los grados determinados de objetivación de esa voluntad, que es la esencia en sí del mundo, son idénticos a lo que Platón llamaba Ideas eternas o formas invariables." (Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación). Sin embargo, en su acepción débil, aunque también es la voluntad la que crea a la Idea, esta Idea no es más que un producto de la imaginación (de la imaginatio non vera), un producto de la consciencia, lo que indica una clara inflación de la consciencia, y la cosa en sí ni siquiera es contemplada.

En su seminario Sobre el Zaratustra de Nietzsche, Jung nos da una clave más: la esencia del Espíritu es Dios, es decir, el Sí-Mismo, si queremos seguir hablando en términos psicológicos. Recordemos ahora que el sí-mismo es el arquetipo del sentido y completemos el esquema:

1. YO [ ----- CUERPO ----- CONSCIENCIA ----- VOLUNTAD DÉBIL ----- ESPÍRITU ( = INTELECTO)

2. ALMA [ ----- ÁNIMA ----- IMAGEN ----- (REPRESENTACIÓN)

3. ESPÍRITU [ ----- ÁNIMUS ----- IDEA JUNGUIANA ----- PENSAMIENTO ----- (LÓGICA) ----- VOLUNTAD FUERTE

4. DIOS [ ----- SÍ-MISMO ------ SENTIDO

El yo es la pertenencia al ámbito de la consciencia, y todo lo que se percibe desde el mundo de la consciencia -desde el cuerpo- es el ente.

Alma, Espíritu y Dios forman parte del ámbito inconsciente al ser humano y son el ser del ente, su causa.

La idea de Dios en nuestro esquema se refiere al nivel más esenciante del ser, el nivel más causal en el lenguaje de Ken Wilber, la fuente. Pero ha de advertirse que también puede emplearse la palabra Dios o dioses para las múltiples imágenes y/o pensamiento especulativo de los planos 2 y 3.

El significado no es otra cosa que la correspondencia sincronística que existe entre los cuatro planos.

Ahora, teniendo en cuenta todo esto y distinguiendo debidamente Espíritu de Alma, leamos el siguiente texto:

"a) El Dharma Kaya = el mundo de la verdad absoluta.
b) El Sambhoga Kaya = el mundo de los cuerpos sutiles.
c) El Nirmana Kaya = el mundo de las cosas creadas.

También se les podría llamara los tres: Sí-mismo, ánima y cuerpo."


(C. G. Jung, ETH Lectures, 2 Dec 1938)

Wolfgang Giegerich

El mundo del Espíritu -del Logos- es el equivalente al mundo de Dios (el Dharma Kaya) cuando nos referimos al Espíritu en el plano 4 de nuestro esquema. Cuando reducimos el Espiritu al intelecto, lo que es propio del plano 1, entonces estamos hablando del mundo del Espíritu como equivalente al mundo del yo, de la consciencia (el Nirmana Kaya, que en realidad es un nivel superior al meramente corporal y egoico). Si hablamos del Espíritu como el sentido de la imagen arquetípica, como su contraparte -la idea junguiana o el pensamiento de Giegerich-, entonces nos estamos refiriendo al mundo del Alma (el Sambhoga Kaya), en este plano se mueve Giegerich cuando habla del pensamiento y la lógica al referirse al alma, a pesar de que, como vemos, sería menos confuso si hablara de Espíritu en lugar de alma, con lo que entonces se situaría en el plano 3, que también corresponde al Sambhoga Kaya. Giegerich no reconoce absolutamente nada del plano 4, ni a Dios, ni al Sí-Mismo, ni al sentido, su pensamiento está preso de la filosofía hegeliana que tan poco útil es para comprender los planos superiores, es esta misma filosofía hegeliana la que ata a Giegerich al mundo de la modernidad, al mundo de la "razón" (la razón del sentido común de nuestra época en Occidente), un mundo hacia el cual Giegerich quiere retrotraer a toda la psicología junguiana, a pesar de que ésta no se ajusta a los esquemas convencionales del mundo moderno y de hecho permite ir mucho más allá.

Al igual que ocurre con el Espíritu, el Alma, en principio, también puede ser encontrada en los cuatro planos: como Alma equivalente a la consciencia (plano 1), Alma como Anima mundi (plano 2), Alma identificada con el Espíritu (plano 3) y Alma identificada con Dios (plano 4).

José Medina, "Arquetipo e idea"