domingo, 30 de octubre de 2016

Entre Fernando Carrera y “Hurricane” Carter: el arte como denuncia

 Fernando Carrera

Entre Fernando Carrera y “Hurricane” Carter: el arte como denuncia,
por Juan Manuel Otero Barrigón

Fernando Carrera tenía 27 años, trabajaba como gomero, estaba casado y tenía tres hijos. Un tipo común, que en Enero de 2005 se vió sumergido en un infierno, al ser protagonista involuntario de la llamada “Masacre de Pompeya”, hecho a partir del cual fue condenado a treinta años de prisión por un robo que no cometió, y en el cual dos mujeres y un niño fallecieron al ser atropelladas por su auto luego de que la policía le disparara más de 25 veces en una persecución, confundiéndolo con un ladrón que escapaba.

Fernando llegó a pasar siete años y cuatro meses preso, de manera deliberada, gracias a la manipulación corrupta de la causa judicial que encontró en su humanidad el chivo expiatorio para tapar sus errores.

Su caso se popularizó a través del cineasta Enrique Piñeyro, quien filmó el documental El Rati Horror Show, donde contó las arbitrariedades de la investigación que lo llevaron a estar preso, y que con el tiempo demostró ser clave para permitir que hace apenas algunos días atrás, Fernando fuera finalmente absuelto por la “Justicia” argentina.

Y es que la obra de Piñeyro tenía un objetivo ético irreprochable: lograr que Fernando recuperara su libertad. Al no estar concebida simplemente en su dimensión artística, la película sólo iba a estar realmente terminada cuando lograra su cometido. 

Trailer de "El Rati Horror Show"

Décadas atrás, un caso de similar injusticia en los Estados Unidos, había tenido como protagonista al boxeador en ascenso Rubin “Hurricane” Carter. En 1966 Carter había sido arrestado junto con un amigo y acusado del asesinato de tres personas en un bar de Nueva Jersey. Tras un juicio exprés, dominado por los prejuicios raciales, Carter había sido condenado a tres cadenas perpetuas por un jurado formado exclusivamente por blancos. Tanto Carter como su amigo, John Artis, habían negado en todo momento su participación en los asesinatos, habían superado sin problemas un detector de mentiras, y los testigos no los habían reconocido como los autores. Pero su destino ya estaba sellado. Pasó casi veinte años en prisión por tres asesinatos que no cometió, hasta que en 1985 un juez federal dictaminó que la Fiscalía había actuado de mala fe durante los dos juicios anteriores. Carter finalmente recuperó su libertad, y se mudó a Toronto para vivir con una comuna de canadienses que habían luchado para lograr su liberación. 

"Hurricane" Carter

Mientras estaba preso, “Hurricane” Carter se dedicó a estudiar a pensadores como Platón, Gurdjieff, Jiddu Krishnamurti, y Víktor Frankl, buscando su liberación interior, la única a la que durante mucho tiempo soñó que podía aspirar. En 1974, había publicado desde la cárcel su autobiografía The Sixteenth Round (“El decimosexto round”), que atrajo la atención de figuras como Bob Dylan y Muhammad Alí. Dylan se reunió con Carter en prisión, y convencido de que el boxeador era inocente, organizó varios conciertos benéficos para exponer su caso. En 1975 le dedicó la canción "Hurricane" que con el tiempo se convirtió en una bandera de lucha, ayudando a que su historia trascendiera las fronteras de su país y se hiciera conocida en todo el mundo.


"Hurricane", de Bob Dylan

Al igual que con la película de Piñeyro, la obra de Dylan trascendía la mera función estética y las pretensiones de éxito comercial. Ambas obras implicaban la apuesta radical de un artista por la inocencia de un hombre al cual no conocían previamente. Apuesta tan sólo impulsada por una profunda empatía y sentido de la humanidad, al punto de tomar la decisión de poner en riesgo su reputación personal y profesional por una causa que consideraban justa.

Tanto "El Rati Horror Show" como “Hurricane” desenmascararon la podredumbre de un sistema para el cual la verdad duerme en la misma cama que el poder. Cumplieron así, una función ética intachable, al desnudar el real funcionamiento de gran parte de la Justicia y de los medios de comunicación, que tanto en uno como en otro caso contribuyeron a consolidar la etiqueta de culpabilidad sobre personas inocentes. Ambas obras lo hicieron desechando toda ambigüedad posible, en aras de la objetividad de los hechos.

De manera involuntaria, “Hurricane” Carter y Fernando Carrera se convirtieron en símbolos de la injusticia y los abusos que la maquinaria del Estado es capaz de propinarles a los eslabones más débiles de la sociedad si se trata de protegerse a sí mismo. Pero también en símbolos de esa dignidad y fortaleza espiritual del inocente que nunca baja los brazos, aún cuando enfrente se erija un verdadero Leviatán dispuesto a fagocitarlos.

La alegría por la reciente liberación de Fernando Carrera es la alegría de todos, ya que cualquiera de nosotros podría ser “Fernando” si tuviese la mala suerte de estar en el lugar equivocado y en el momento equivocado.

Para el anarquista ruso Kropotkin, en una época como la nuestra, en que está planteada una lucha sin igual entre explotados y explotadores, entre oprimidos y opresores, el arte sólo puede aspirar a ser auténtico mediante el compromiso con la causa del pueblo.

La creación artística, cuando está al servicio de la denuncia social, muchas veces es un buen recordatorio de que la Justicia, al igual que las serpientes, sólo muerde a quienes van descalzos.

Bob Dylan visita en prisión a "Hurricane" Carter
Fernando Carrera, libre al fin, junto a Enrique Piñeyro





jueves, 20 de octubre de 2016

A bit of filosofía hippie

Pintura: "Viejo Hippie", por Amanda Eliasson


A bit of filosofía hippie, por Juan Manuel Otero Barrigón

Pocos movimientos contraculturales del siglo xx tuvieron el impacto y la difusión que tuvo el hippismo, hasta terminar siendo absorbido por la misma cultura dominante frente a la cual se había erigido como alternativa vital.

Surgido al calor de las convulsiones sociales de los años 60´, la contracultura hippie se instituyó rápidamente como un movimiento libertario, anticapitalista y pacifista, que levantó las banderas de la revolución sexual y del amor libre, recuperando formas alternativas de convivencia humana a través, principalmente, de la vida comunal.

Algunos hippies se embarcaron, también, en el activismo radical, tanto a nivel político como espiritual, pregonando el uso de la marihuana y de alucinógenos como el LSD, con el fin de alcanzar estados alterados de conciencia; vía esta, a través de la cual, se cristalizó una forma de rebelarse contra la homogeneidad existencial ofrecida por el sistema.

Resulta curioso que la palabra inglesa hippie, que denominó al movimiento, derive a su vez de hip, que quiere decir “popular, de moda”, toda vez que el hippismo fue una reacción a lo establecido, al mainstream de su época.

Contemporáneamente, la contracultura hippie fue asimilada tanto por los movimientos de conciencia, que se preocupan por rescatar los valores humanos, como también por la oferta comercial de productos orientados hacia el uso cotidiano de las personas, provocando un revival del hippismo, aunque ahora como objeto de consumo. Se decretó así el ocaso de la utopía, que sólo algunos espíritus auténticos y poco exhibicionistas se encargan de mantener con vida.

Hace algunos unos años, y de visita por una pequeña comunidad naturista del sur, tuve la oportunidad de conocer a uno de esos espíritus. Francisco, llamado Paco por los amigos, un viejo hippie de 65 años, delgado, de largo pelo canoso, un ser humano genial, alegre, algo introvertido y malhablado, que vivió el origen y el fervor de la contracultura hippie en Argentina a comienzos de los años 70´, y que además, de visita por el Haight Ashbury a fines del año 67´, tuvo la oportunidad de empaparse con el espíritu que se vivía en aquel "Verano del amor" en pleno corazón de San Francisco. Paco se jactaba, además, de haber conocido ni más ni menos que al profeta del ácido lisérgico, el enorme Timothy Leary. Fallecido hace unos años atrás, y con una enorme sonrisa en el rostro, Paco inició su viaje sideral convencido quizás de estar dando simplemente un "paso sagrado hacia el cosmos", como él solía aventurar.

En medio de mates y de algún otro ritual compartido, tuve la oportunidad entonces de que ensayáramos juntos una breve e informal entrevista, oportunidad lúdica que aproveché para empaparme con su sabiduría y con la riqueza de sus experiencias. En ese contexto le hice la siguiente pregunta: ¿qué significa hoy ser hippie? ¿qué perdura del hippismo que emergió en los años 60´? Paco, con su gestualidad ampulosa y esa naturalidad desenfadada tan querible en él, respondió:

“Mirá, hoy habrás visto que cualquiera usa rastas, pelo largo y morral y ya se cree hippie. Y en realidad, eso no es nada más que pinta, que moda. El miedo que muchos de nosotros teníamos en aquella época cuando empezó todo, finalmente se terminó haciendo realidad: el sistema, el capitalismo, acabó reduciendo lo hippie a un objeto de consumo más, a un corte de pelo, al color de una remera. Nos terminó fagocitando, ¿entendés?. Nos redujo a la talla de sus reglas. Y ser hippie no tiene nada que ver con eso. Claro que nosotros impusimos nuestra manera de vestir, nuestro pelo largo, nuestros colores, nuestra música, nuestra cosmovisión. Pero eso era solamente un aspecto, hasta el más superficial de la cultura que representábamos entonces. Ser hippie es mucho más que eso. Pero mucho más. Tiene que ver con una manera de ver la vida, de relacionarte con tu entorno, de valorar la naturaleza, de vivir el amor, de concebir lo divino. Podes tener una pinta súper hippie y ser ideológicamente un conservador pacato, un violento, un fanático de la última marca de teléfono celular, un ser lleno de prejuicios. ¿Sabes cuantos de esos pasan de visita por acá? (risas) Pero también podes andar suelto por ahí, como cualquiera en la gran ciudad, sin darle tanta bola a la imagen, a la estética asociada a lo hippie, y tener el mismo espíritu que el nuestro, el que hace al verdadero hippie, el que vimos nacer, el que para muchos fue una utopía que fracasó, pero que yo creo que mientras siga vivo tan solo en uno como nosotros no va a haber desaparecido. Es como la frase de la que hablábamos hace un rato ¿entendés?, esa de Tim Leary que estábamos leyendo: "Desarrollo de la conciencia, desalienación del hombre, y mirar a Dios de frente". Eso resume todo. Eso es lo que importa. Eso es lo que nos define. Vivir con ese espíritu, eso es ser un verdadero hippie”

“Desarrollo de la consciencia, desalienación del hombre, mirar a Dios de frente”

Quizás en esta sentencia se condense el corazón y la esencia de la filosofía hippie, y su valioso legado para nuestro siglo xxi. En esa frase se resume la triple vertiente por la que discurre el activismo y la espiritualidad que los hippies cultivaron en todas las épocas, incluso, antes de su emergencia social como movimiento de posguerra: es la triple faceta política, existencial y espiritual que delinea la cartografía vital y filosófica del hippismo.

Según Skip Stone, autor de “Hippies de la A a la Z”, “para ser un hippie hay que creer en la paz como la manera de resolver las diferencias entre los pueblos, ideologías y religiones. El camino a la paz es a través del amor y la tolerancia. significa aceptar a los otros, amar como son, dándoles libertad para expresarse, y no las de juzgar sobre la base de las apariencias”. Esta apreciación es acertada, consecuencia natural del pacifismo que distinguió desde siempre a los hippies. Sin embargo, atendiendo a las diversas variantes que expresó la contracultura hippie, quizás se nos revela por ello como parcial e insuficiente.


Una mirada más psicosocial fue la aportada por Timothy Leary, quien en “La política del éxtasis”, escribió: “Hippie es una etiqueta del establishment para definir un proceso profundo, invisible, subterráneo, evolutivo. Por cada hippie visible, descalzo, floreado, hay mil hippies invisibles subterráneamente. Son aquellas personas cuyas vidas están en sintonía con su visión interior, que están escapando fuera de la comedia de televisión de la vida americana”.

El camino del hippie es la antítesis de todas las estructuras jerárquicas de poder represivas, ya que estas son adversas a las utopías de paz, amor y libertad. Esta es la razón por la cual el Establishment combatió hasta suprimir el movimiento hippie de los años 60, ya que era una revolución contra el orden establecido. Es también el motivo por el cual los hippies no fueron capaces de unirse y derrocar al sistema, ya que se negaron a construir su propia base de poder. Desalienarse, era así, la única salida posible, para escapar de su apetito voraz. Éxodo de las instituciones que evoca planteos más contemporáneos como los de Toni Negri y Antonio Hardt en su libro Imperio.

Desalienarse es volver hacia adentro, recuperar el contacto con la esencia más íntima, aquella que nos devuelve a la posibilidad de una vida más expresiva y auténtica. Es por ello que todo intento de desalienación irá de la mano con el desarrollo consciente que supondrá adquirir una visión más clara de las cosas, al tiempo que una presencia más atenta de aquello que nos sucede a nosotros, y a los demás. Muchos hippies llegaron hasta este punto, sobre todo aquellos que colorearon su existencia con la vía política, la ecológica y la espiritual. Otros, imbuidos de un fervor místico más intenso, sintieron la necesidad y el impulso de ir incluso más allá de esos límites, explorando abiertamente la vía religiosa, aunque eso sí, alejados de las instituciones oficiales. Fueron aquellos que promulgaron el llamado a mirar a Dios cara a cara, y que en el camino, purgaron a la palabra religión de su apariencia solemne y tantas veces opresiva, para insuflarle espíritu festivo, celebrando la existencia en apertura alegre a la divinidad.

domingo, 16 de octubre de 2016

Primera lección sobre el Hombre (Thomas Merton)


El hombre comienza en la zoología,
él es el animal más triste.
Conduce un enorme auto rojo
llamado Ansiedad. Sueña de noche
con viajar en todos los ascensores,
perdido en los salones,
jamás encuentra la puerta apropiada.
El hombre es el animal más triste
comedor de copos de maíz a la mañana
bebedor de leche, rellena su piel con café.
Y pierde la paciencia
con el resto de las especies.
Dibuja su pecado en las paredes,
en todos los anuncios, en todos los subtes
dibuja bigotes en todas las mujeres,
porque no puede hallar su alegría
excepto en la zoología.
Donde quiera que vaya al teléfono
para llamar al deleite,
siempre emboca el número equivocado.
Por tanto adora las armas,
conoce todos los cañones
por sus nombres correctos
Maneja un enorme Cadillac negro
llamado Muerte.
Ahora queridos niños habéis aprendido
la primera lección sobre el hombre.
Responded el cuestionario:
“El hombre es el animal más triste
comienza en la zoología
y se pierde, en sus propias malas noticias”.

Thomas Merton

jueves, 13 de octubre de 2016

Del amor y el monoteísmo (T.Reik)


"(...) Si nuestra tesis es correcta hay dos clases de personas que están incapacitadas para el amor: las que están completamente satisfechas de sí mismas y las que están profundamente insatisfechas de sí mismas. Pero, ¿existen realmente personas que están tan satisfechas que no pueden amar, o, mejor dicho, que no necesitan amar? Sin duda alguna; por ejemplo, muchos hombres de genio, investigadores, compositores, escritores, filósofos y espíritus religiosos que viven absorbidos por su trabajo. Son personas que han escogido otro camino para escapar de sí mismos, porque a veces también ellos, como a nosotros, su ego les inquieta. Su capacidad de amar es limitada debido a que están absorbidos por su trabajo (...) Dijimos que quien ama ha de haber sentido, al principio, celos o envidia del objeto amado; que ha de haberlo admirado y haberse sentido inferior a él. Ahora llegamos a la siguiente conclusión psicológica: el que no puede ser envidioso es inepto para el amor. Es una afirmación extraña, pero me parece irrefutable por lo que respecta a las emociones inconscientes. Los espíritus creadores antes citados, no es que sean incapaces de sentir envidia, pero o bien están tan absorbidos por su trabajo que su envidia no dura, o bien dominan sus celos rápidamente al considerar sus propias dotes y sus cualidades superiores. Ahora podemos ampliar nuestra previa afirmación anterior y decir que para amar hay que ser capaz de envidiar a una persona durante largo tiempo y tener celos de ella, no de sus éxitos. El enamorado es un monoteísta, que aunque sabe que otras personas adoran a dioses diferentes, no puede imaginar su existencia".


"El amor visto por un psicólogo", por Theodor Reik

martes, 11 de octubre de 2016

Máscaras

Ilustración: Igor Morski

Cada vez que me pongo una máscara para tapar mi realidad, fingiendo ser lo que no soy, lo hago para atraer a la gente. 
Luego descubro que sólo atraigo a otros enmascarados, alejando a los demás, debido a un estorbo: la máscara. 
Uso la máscara para evitar que la gente vea mis debilidades; luego descubro que al no ver mi humanidad, los demás no me quieren por lo que soy, sino por la máscara. 
Uso una máscara para preservar mis amistades; luego descubro que si pierdo un amigo por haber sido auténtico, realmente no era amigo mío, sino de la máscara. 
Me pongo una máscara para evitar ofender a alguien y ser diplomático; luego descubro que aquello que más ofende a las personas con las que quiero intimar, es la máscara. 
Me pongo una máscara, convencido de que es lo mejor que puedo hacer para ser amado. 
Luego descubro la triste paradoja: lo que más deseo lograr con mis máscaras, es precisamente lo que impido con ellas.
-Gilbert Brenson

sábado, 8 de octubre de 2016

La dimensión religiosa en psicología



La dimensión religiosa en psicología, por Juan Manuel Otero Barrigón (escrito en 2009)

El ser humano, como unidad ontológica fundamental, expresa la conjunción de siete niveles de integración que lo constituyen en su singularidad. Es así que, para una mejor y abarcadora comprensión de la Persona Humana, se nos hace imprescindible considerarla en virtud de sus dimensiónes:

-Física
-Química
-Biológica
-Psicológica
-Social
-Ético moral y,
-Espiritual

dimensiones todas que no comportan un mero agregado, sino que, y en virtud de su progresiva y creciente complejidad, distinguen al ser humano del resto de los seres vivos.
A los fines de esta breve exposición, quisiera detenerme y hacer algunas consideraciones acerca del último de estos niveles, esto es, la dimensión espiritual del hombre; y más precisamente, la dimensión religiosa, ya que su importancia, no siempre valorada adecuadamente en la labor clínica, constituye una poderosa herramienta de comprensión de lo que en el ser humano es más propio.

Parafraseando a Aristóteles, podríamos decir que el ser humano es un animal religioso. Existe en el hombre, cualquiera sea su origen, su raza, grupo cultural o época histórica, una tendencia, un impulso interior a entablar relación con una entidad superior a quien rendirle culto, para poder de esta manera trascender, superando nuestra finitud.
Y esto, que ha sido así desde siempre, no lo es menos hoy, en la época actual, donde la falta de sentido de la vida, el consumismo generalizado, y la angustia existencial característica de los tiempos que corren, encuentran cauce para muchas personas en una renovada búsqueda de lazos con un algo superior que dote de sentido a la existencia.

Abraham Maslow incluyó en su célebre 'pirámide' de las necesidades a ser satisfechas por el hombre en grado creciente, las de autorrealización, que implicarían el autocumplimiento, el logro de lo que uno es capaz de ser. Ahora bien, a la luz de lo antedicho, podríamos pensar que el desarrollo de la espiritualidad y de una religiosidad plena y madura estaría incluida en esta necesidad de autorrealización, como uno de sus aspectos más elevados.

Resulta fundamental considerar y tener en cuenta la dimensión religiosa de aquellos que acuden a terapia. Muchas veces, y esto se ve claramente en el ámbito hospitalario, las manifestaciones de religiosidad de los pacientes, como de sus familiares, son reconocidas como mecanismos útiles que permiten aminorar el reconocimiento de eventos traumáticos en la vida. Respetar la actitud y la posición que cada paciente tiene frente a la religiosidad es de vital importancia para lograr una más acabada comprensión del ser humano que acude a nosotros en busca de ayuda.
Es sabido por la sociología que la religión marca y regula la conducta social, puesto que ordena, dirige los sentimientos y evita que se retorne al caos, lo cual se logra mediante determinaciones sobre lo que hay que hacer y no hacer, orientando un ideal de vida.
Muchas veces encontramos que la religiosidad da un sentido de pertenencia, de confianza y de fe que se presentan como continentes de los conflictos por los que atraviesa determinado sujeto, contribuyendo a sostener y consolidar lo que podría ser el derrumbamiento de la subjetividad.

Vale aclarar que, y a partir de la estructura peculiar de personalidad de cada sujeto en cuestión, la religiosidad podrá ser madura, inmadura, o incluso ausente, presentándose muchas veces la religión como expresión de una psicopatología determinada o bien, dicha psicopatología canalizada por el fenómeno religioso.

Todos sabemos de la particular aversión de Freud frente al hecho religioso, al cual consideraba algo negativo e incluso patológico. En el curso del desarrollo de su obra, llegó a considerar a la religión como una proyección paranoica en el mundo exterior, una neurosis obsesiva universal e incluso un bastión sobre el que se levanta la represión y renuncia a las pulsiones. Su destino, creía, era el ser superada por la ciencia.
Muy distinta y positiva fue la actitud de Jung, quien al ver a la religión como derivada del inconciente colectivo, la creía responder a una necesidad universal de trascendencia que podía ser utilizada con fines terapéuticos. Incluso Frankl, representante de la tercera escuela vienesa de psicoterapia, sostenía que religión y psicología podían ser complementarias, ya que ambas tendrían como meta común la búsqueda de sentido.

Como psicólogos, no podemos cercenar al ser humano, suprimiendo una dimensión que le es inherente y que lo constituye y define como tal. Es por ese motivo que se hace necesaria la incorporación de los conocimientos que brindan la psicología de las religiones como una herramienta  imprescindible para abarcar a la persona en su totalidad, orientándonos de manera abierta y desprejuiciada frente a aquél que acude a nuestra consulta.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Profesión de fe (por Henry David Thoreau)


Creo que existe una íntima relacion entre la vida exterior y la vida interior; creo que si alguien lograse superar su vida, el mundo seguiría ignorándolo; creo que diferencia y distancia se identifican. Ansiar una verdadera vida es como emprender un viaje a un lejano país, y verse poco a poco rodeado de ignorados paisajes y de gentes nuevas. Envuelto en mi pasado, comprendo que estoy muy lejos de vivir una vida mejor y más bella, en su pleno sentido. El mundo externo no es sino lo inverso de lo que está en nosotros. Las costumbres no ocultan a los hombres; por el contrario, los muestran sin apariencias, como realmente son. En realidad las costumbres forman su vestimenta. Poco me importa el curioso razonamiento que invocan quienes siguen fieles a las costumbres. Las circunstancias no son rígidas ni irreductibles como nuestros actos. ¡Cuántas veces nos expresamos con vaguedad, como si una vida divina pudiera injertarse o construirse en nuestra vida presente, a modo de apropiado cimiento! Para transformar nuestra vida debiéramos rehacer la antigua, excluir todo el calor de nuestros afectos; quizás sea imposible. El mirlo construye su vivienda sobre el huevo del cuclillo, y allí incuba sus huevos. Pero la separación es leve, e incube también el ajeno. El cuclillo lo aventaja en un día, y, al nacer su cría, expulsa a los pichones del mirlo. No hay otra solución entonces: destruir el huevo del cuclillo o construir un nido nuevo.

El cambio es siempre cambio. Ninguna vida nueva ocupa viejos cuerpos. Los cuerpos viejos se pudren. La vida es lo que nace, crece y florece. Los hombres intentan reanimar patéticamente lo antiguo, y por eso lo toleran y soportan. ¿Por qué limitarnos a embalsamar? ¡Abandonemos ya los ungüentos y los sudarios, y vayamos en busca de un cuerpo naciente! En las antiguas catacumbas de Egipto podemos comprobar el resultado de tal experiencia. No ignoramos su fin.

Creo en la simplicidad. Es asombroso y triste ver cómo hasta el hombre más sabio ocupa sus días en asuntos triviales, creyéndose obligado a relegar a último término cuestiones más importantes. Si un matemático desea resolver un problema difícil, comienza por despojar a la ecuación de toda dificultad, reduciéndola a su más simple expresión. Simplifiquemos el problema de la existencia, y distingamos lo necesario de lo real. Sondeemos la tierra para ver dónde corren nuestras raíces-madres. Yo quisiera basarme siempre en los hechos. ¿Por qué no ver, por qué no servirnos siempre de nuestros propios ojos? ¿O es que los hombres no saben ni conocen nada? Sé de muchas personas, difíciles de ser engalladas en asuntos comunes, muy recelosas de una mala jugada, que disponen mesuradamente de su dinero y saben como gastarlo, que gozan fama de cautos y listos, y que sin embargo consienten en pasarse gran parte de su existencia como cajeros entre las cuatro paredes de un banco, hombres que hoy brillan un poco, para enmohecerse mañana y finalmente desaparecer. Si son realmente capaces, ¿por qué hacen lo que están haciendo? ¿Saben bien lo que es el pan, y para qué sirve? ¿Tienen noción del valor y significado de la vida? Porque si supieran algo, ¡qué pronto olvidarían lo que ahora les interesa!

Esta vida, nuestra respetable vida de todos los días, tras de la que firmemente se apuntala el hombre de buen sentido, el Inglés del mundo civilizado, y sobre la que reposan todas nuestras insignes instituciones, no deja de ser una ilusión que se desvanece como la trama inconsútil de una visión fugaz. En cambio, el más leve resplandor de realidad que suele iluminar días oscuros para todos los hombres, nos revela algo más consistente y durable que el bronce fundido, algo que es en verdad la piedra angular del mundo.El ser humano es incapaz de concebir un estado de cosas que no sea realizable. ¿Podemos consultar honestamente a nuestra conciencia y afirmar que es así? ¿Qué hechos invocamos al afirmar que nuestros sueños son prematuros? ¿Han oído hablar alguna vez acerca de un hombre que haya luchado consecuentemente durante toda su vida por una finalidad, y que no la lograra en cierta medida? Un hombre en estado de continua ansiedad, ¿no se siente ya elevado en virtud de ella? ¿Quién que haya ensayado la menor acción de heroísmo, de magnanimidad, o tendido hacia la verdad y sinceridad, no halló cierta ventaja, algo más que no fuera perder el tiempo? Es natural que no esperemos a que nuestro paraíso sea un jardín. Ignoramos lo que pedimos. Observemos la literatura. ¡Qué bellos pensamientos concibió cada uno de nosotros, y qué poco bellos pensamientos fueron expresados! Y sin embargo, no hay ningún sueño, por más sutil o etéreo que fuere, que el simple talento, secundado por cierta resolución y constancia, después de mil fracasos, no logre fijar y grabar en palabras distintas y duraderas. Nuestros sueños son los hechos más positivos que conocemos. Pero ahora no hablamos de sueños.


"Thoreau", por John Lautermilch

Lo que se puede expresar con palabras, puede igualmente expresarlo nuestra vida. Mi vida actual, es un hecho del que no debo congratularme, pero respeto mi fe y mis aspiraciones. De ellos hablo ahora. Nuestro estado es demasiado simple para describirlo. No he prestado juramento alguno. No he trazado ningún pan sobre la sociedad, la Naturaleza, o Dios. Soy simplemente lo que soy, o más bien, comienzo a serlo.

Vivo en el presente. El pasado no es en mí sino un recuerdo, y el porvenir una anticipación. Amo vivir. Prefiero una reforma antes que un programa. No puede hacerse historia de cómo el mal se ha vuelto lo mejor. Creo, y nada existe al margen de mi creencia. Sé que yo soy. Sé que otro existe, que sabe más que yo, que por mí se interesa, del que soy su criatura, y en cierto modo también progenitor. Sé que la empresa vale la pena, que las cosas van bien. No he recibido ninguna noticia adversa.

En cuanto a las posiciones, a las combinaciones, a los detalles, ¿qué pueden significar? Si contemplamos el firmamento, cuando el tiempo es claro, ¿qué apercibimos sino el cielo y el sol?

¿Quieres convencer a un hombre de que hace mal? Haz el bien. Pero es inútil convencerlo con palabras. Los hombres creen en lo que ven. Hay que procurar que vean. Prosigue tu vida, obstínate en vivirla, y como un perro en torno del coche de su amo, gira en torno a tu propia vida.

Realiza aquello que más amas. Para conocer bien tu hueso, hay que roerlo, enterrarlo y desenterrarlo para roerlo más aún. No es preciso demasiada moral. Sería trampearse a sí mismo con un exceso de vida. Ve más allá de la moralidad. No te contentes con ser bueno; hay que serlo a toda costa. Todas las fábulas encierran su moral, pero los inocentes que escuchan hallan placer sobre todo por la historia que narran. Nada se interpone entre tú y la luz. Respeta a los hombres, respeta a tus hermanos, y nada más. Cuando emprendas viaje a la Ciudad Celeste, no lleves carta de recomendación. Cuando llames, pide ver a Dios, y nunca a los lacayos. En esto, que es lo que más te conviene, no se te ocurra pensar que tienes camaradas. Haz de cuenta que estás solo en el mundo... (*)


(*) Fuente: Henry David Thoreau, "Profesión de fe", en La vida salvaje.

sábado, 1 de octubre de 2016

10 curiosidades harrisonianas

Pintura: edespitia


10 curiosidades harrisonianas, por Juan Manuel Otero Barrigón

1. “Something” no estaba dedicada originalmente a Pattie Boyd

Contrariamente a lo que cuenta la leyenda beatle, el sencillo Something, del cual Frank Sinatra llegó a decir que era la mejor canción de amor jamás escrita,no fue inspirada por la entonces modelo y esposa de George, ni por ningún otro amor terrenal, mas allá de lo que posteriormente popularizó el conocido video clip de este tema. Originalmente, la canción estaba dedicada al dios Krishna,y fue inspirada por los relatos sobre sus pasatiempos trascendentales en los bosques de Vrindavan junto a las gopis, las pastoras de vacas de la tradición hindú que eran sus amantes. De hecho, la letra original de la canción no contenía el pronombre personal “She”(Something in the way she moves…), sino “He” (Something in the way he moves). George decidió que sería mejor cambiar la forma de la letra del masculino al femenino ya que de lo contrario corría el riesgo de que la gente dudara de su condición sexual, tal como cuenta Joshua Greene en su libro “Here Comes theSun: The Spiritual and Musical Journey of George Harrison".

2. "Here comes the sun” fue compuesta tras el primer encuentro que George tuvo en 1969 con Srila Prabhupada, fundador de la Asociación Internacional para la Conciencia de Krishna.

Después del alejamiento con tintes de escándalo que los beatles tuvieron del gurú Maharishi, George Harrison fue el único de los cuatro que profundizó un camino de búsqueda espiritual como parte fundamental de su obra artística y de su vida. Ello lo llevó a involucrarse activamente en la comunidad religiosa Hare Krishna, a la cual se mantuvo ligado hasta su muerte. El agradecimiento de George hacia Prabhupada, quien trajo a Occidente la cultura hindú del bhakti yoga, lo expresó en esta canción: “Aquí llega el sol”, un recurso poético para referirse a la llegada a Occidente de Srila Bhaktivedanta Swami Prabhupada.

3. Paul McCartney lo ponía muy nervioso.

Como es sabido, en las sesiones de Let it Be, la relación entre los Beatles se volvió insoportable. El documental de Martin Scorsese, Living in the Material World, muestra como McCartney y Harrison vivieron una de sus escenas más tensas en un reality musical antes de que existiesen los realities, con todas las cámaras de Michael Lindsay-Hogg enfocándolos. Consecuencia de ello fue un agrio rock de George a Paul que le recordaba los muchos dolores de cabeza (Wah-wah) que éste último le generaba. Lo emocionante es que, después de la muerte de George ,el propio Paul tocó el piano en esta canción durante el homenaje que le organizaron al Beatle silencioso en 2002. Todo el mundo lo miraba en el arranque con la típica cara de “¿Qué diablos estará pensando Paul ahora?”.

4. Friar Park era su lugar en el mundo.

La mansión de estilo neo-victoriano, ubicada en Henley On Thames, tiene 108 habitaciones,cascadas, jardines rocosos, lagos y laberintos de cuevas. Había pertenecido al abogado inglés, botánico y excéntrico Sir Frankie Crips, hasta su muerte en 1919. Para la época en que George la compró a principios de los años 70', Friar Park era propiedad de las Hermanas Salesianas de San Juan Bosco, una orden católica que había manejado una escuela ahí por más de 20 años. La escuela había cerrado y seis monjas y un monje vivían solos en el lugar. George se hizo cargo de las reparaciones, y con el tiempo, hizo de Friar Park su Shangri-La, su lugar en el mundo. Fue en Friar Park, entre otras cosas, donde desarrolló una de sus principalespasiones en la vida: la jardinería.

5. Pandit Ravi Shankar fue “la única persona que lo impresionó en su vida”.

Lo reconoció más de una vez. Y fue así, según dijo, ya que precisamente nunca pretendió impresionarlo. Ravi Shankar fue su padre espiritual y quien le transmitió conocimientos sobre el sitar, instrumento que se convirtió en todo un símbolo de la contracultura. Le enseñó que la música y Dios son equivalentes, de ahí su gran poder e influencia en las personas.

George Harrison cantando "Any Road" en su última aparición en televisión, Vh1, 1997


6. Era un apasionado de los gnomos de jardín.

George colocó varios enanos por el jardín de su mansión de Friar Park. Es mas, como quedó reflejado, los little people se integraron en la portada de su obra maestra All Things Must Pass. Además, en un guiño a esta cubierta,colocó a un enano disfrazado como los de su jardín en el vídeo de Between the devil and the deep blue sea (Brainwashed, 2003).

7. Escribió la primera canción especialmente pensada para un concierto benéfico.

Antes de temas populares como We Are the World de Michael Jackson o Freedom de Paul McCartney, George escribió la primera canción creada para un concierto benéfico. Bangladesh (1973), una composición maravillosamente (sobre)producida por Phil Spector, cerró el concierto del mismo nombre, un evento que reunió a seres humanos como Bob Dylan, Eric Clapton o Leon Russell para recaudar fondos y ayudar al país asiático. Que después muchos de los fondos se perdieron antes de llegar a Bangladesh, esa iba quedar para otra historia.

8. Solo volvió a tocar en vivo cuando los japoneses (y Eric Clapton) se lo pidieron.

Me dedico a mi jardín”, fue la respuesta más repetida por George cuando le preguntaban si iba a regresar a los escenarios. Tras la experiencia horrible de su tour norteamericano de 1974, muy bien descrita (y con un montón de material inédito) por Scorsese, Hari no iba a volver al directo hasta Japón en 1991. Eric Clapton le sugirió retomar las giras y, valga la redundancia, en un giro inesperado del destino, George aceptó. De ahí salió un LP en directo, Live in Japan (1992).

9. Intentó disuadir a quien atentó contra su vida cantando el mantra “Hare Krishna”.

Al igual que John Lennon dos décadas atrás, George también sufrió un atentado contra su vida, aunque afortunadamente lo sobrevivió. La noche del 29 de Diciembre de 1999, Michael Abram, un esquizofrénico paranoide convencido de que los beatles eran “brujos”, logró burlar las medidas de seguridad y se infiltró en la mansión de Friar Park. Cuando llegó hasta George, este trató de calmarlo cantándole el mantra "HareKrishna". Pero no sirvió de nada. Michael Abram atacó a George, que recibió heridas de arma blanca en el pecho y en el vientre, sobreviviendo al atentado gracias a la intervención de su esposa Olivia, quien prácticamente la salvó la vida, y junto a la cual finalmente pudo controlar al agresor.

10. El abrazo harrisoniano.

Ya muy enfermo de cáncer, su hermana Louise fue a visitarlo. George le dió un fuerte abrazo y le dijo: “Pásalo”. Así nacieron los “abrazos Harrison”, que se popularizaron en distintas partes del mundo. "Hace poco me escribió una fan de Argentina y me dijo que recibió un abrazo Harrison, de parte de una persona que lo había recibido de mí en otro país y le había llegado. Y hace pocas semanas otra persona me dijo que había dado su abrazo Harrison en 17 diferentes países. Para mí es maravilloso, es ver cómo el cariño de mi hermano se esparce por el mundo. De todo lo que uno deja en el mundo, el amor es lo más importante”, contó Louise. Fue uno de los últimos legados de un músico excepcional, un ser humano lleno de luz y un buscador incansable, convencido, como solía repetir uno de sus yogis más queridos, el Paramahansa Yoganada, de que “todo lo demás puede esperar, pero la búsqueda de Dios no puede esperar, y amarse los unos a los otros”.